Especial Bella y Bestia: Relátame (Parte 2)
19 marzo
¿Qué es el ser humano sin sus historias? Nada, ¿verdad? Reconozco que si viviera sin leer mi vida sería distinta, e infinitamente peor, pero también hay algo en la escritura que creo que es inherente al camino vital; algo catártico, casi terapéutico. «Para sobrevivir tienes que contar historias», decía Eco.
Normalmente yo no suelo mostrar demasiado las mías, pero con motivo del especial se propuso reunir un conjunto de relatos basados en La Bella y la Bestia, y al final decidí animarme a poner mi granito de arena. Espero que lo disfruteis mucho; está de más reconocerlo, pero yo lo hice creándolo. Estos dos son unas de mis parejas favoritas desde la infancia y poder escribir unas pocas líneas sobre ellos es ya todo un regalo (regalo que se multiplica por dos porque hoy es una fecha especial para mí: cumplo otra primavera más).
No me extiendo. ¡Espero que os guste!
Sigue
🌹 Por María Baz
La tarde
que siguió a la pelea de bolas de nieve, mientras bebíamos té delante de la
chimenea para entrar en calor y, ya de paso, secarnos, comencé a notar un
silencio bastante incómodo entre nosotros. E iba en aumento. Mi anfitrión —me niego ya
a denominarlo «captor»— era todavía un misterio para mí y, para qué negarlo,
uno de los que más ansiaba resolver. Pero, ¿podría averiguar todo lo que quería
saber sin arruinar la frágil paz que se había dibujado entre nosotros?
Como decía siempre mi padre cuando
está probando un nuevo invento, merecía la pena intentarlo, así que coloqué a
Chip, vacío, de nuevo junto a su madre, a la que le susurré unas cuentas
palabras. Inmediatamente, la señora Potts asintió y condujo el carrito del té
fuera de la habitación para que Bestia y yo pudiéramos hablar en privado.
Carraspeé.
—¿Alteza?
Él levantó la cabeza. Su aguda y
sorprendida mirada me hizo sonrojar un poco.
—¿No es eso lo correcto? —inquirí—. Es la manera en la que el
personal se dirige a ti, así que pensé…
—No. —Levantó
la pata para interrumpirme—. Ese fue mi título, una vez. —El amargo énfasis en
el tiempo pasado no pasó desapercibido—. Pero no eres mi
sierva, ¿verdad? No hay necesidad de que lo uses.
—Entonces, ¿cuál es tu nombre real?
¿De qué manera debería llamarte? ¿Qué…? —me mordí la lengua. Me
moría de ganas por preguntarle qué era para él en ese momento, si no era ni una
prisionera ni una sirvienta. Los últimos días habían despertado en mi interior
un sentimiento extraño. Quería salir del pueblo, pero jamás había imaginado
encontrarme bajo la atenta mirada de una Bestia mucho menos bestia que Gastón
(aunque esto último no era demasiado difícil de encontrar).
Supuse que él no
sabía muy bien qué contestar. No miraba hacia mí, y parecía inmerso en una
especie de pelea interna. Había torcido la cabeza y ahora sus ojos se
dirigieron a la ventana. A veces me daba la impresión de que desea que la luz
que entra a través de las grietas del castillo sea capaz de atravesar todas las
suyas. Me acerco a él, y despacio, le toco la pezuña. Apenas un roce. La hija
de un inventor. Un príncipe.
—Renuncié a mi nombre hace mucho
tiempo. Puedes llamarme Bestia.
Sentí una nota de compasión en el
corazón. Ha acabado eligiendo el perfil que peor le representa, cómo no. De
nuevo, evitó mi mirada, pero me da lo mismo. Nunca lo llamaré ‘bestia’ en voz
alta si puedo evitarlo. Simplemente tenemos que tratar de seguir adelante sin
nombres, ¡eso es!
—¿Puedo hacerte unas
preguntas personales…?
El retumbante y seco sonido que
emitió él como respuesta no fue del todo esperanzador, pero tampoco ninguna
negativa directa.
—Si voy a vivir aquí
probablemente te habrás dado cuenta de mi insaciable curiosidad. ¿Qué te
parece si, en lugar de encontrarme constantemente husmeando a tus espaldas,
cosa que entiendo no apruebas —una chispa irónica apareció en
sus ojos azules—, me cuentas todo directamente? La verdad, lo
preferiría para tratar de evitar cualquier malentendido más… como anoche.
La cara y el cuerpo de la Bestia se
tensaron ante la mención de la noche anterior, no sé si por culpa, ira, o
ambos.
—Debería haber sabido que sería
difícil. Que serías difícil —gruñó, con una especie de
resignación en la voz—. Adelante, pregunta entonces. Pero
no prometo contestarte.
—De acuerdo —hice una
pausa para ordenar mi torbellino de posibles preguntas. Me sentía
extrañamente excitada, como si acabara de tocar el lomo de un libro nuevo, que
me disponía por fin a abrir—. En primer lugar, ¿qué era
aquello? ¿Qué es lo que flota bajo el
cristal? ¿Es parte de la magia de este castillo? Y lo que es más importante,
¿podría haber causado algún daño con sólo tocarla? No sé nada de la magia fuera
de los cuentos y… —me detuve, avergonzada; lo que parecía
un sueño hecho realidad para mí era, obviamente, la cruda realidad para él y
sería grosero por mi parte continuar con el tema con la misma expectación que
el niño que entra en una tienda de caramelos.
La Bestia se mantuvo en silencio
durante tanto tiempo que acabé preguntándome si alguna vez iba a responder.
Finalmente, me miró y me pareció ver dibujada la culpa en su cara. ¿Contrición,
Bestia? No lo acababa de entender, pero, de repente:
—La rosa es una advertencia —confesó—. De la hechicera que maldijo este
castillo. Marca el tiempo para mí… Cuando el último pétalo se caiga, yo —todos nosotros— habremos perdido nuestra
oportunidad de ser humanos de nuevo.
Noté cómo mi respiración estaba
atrapada por el horror. ¡Mi suposición era correcta, y no sólo la Bestia, todos los objetos del castillo habían
sido humanos! Miré hacia la puerta por la que habían desaparecido la señora
Potts y Chip. ¿Cómo sería para una madre vivir así, incapaz de mantener a su
hijo pequeño? ¿Sentiría que no lo había protegido lo suficiente?
—Lo siento —susurré—.
Si se me hubiese caído ese pétalo… Dios, no me extraña que estuvierais
enojados.
—No hiciste daño alguno.
—No tenía derecho a ejercer esa
especie de allanamiento de las habitaciones…
—No tenía que haberte asustado; no
lo habrías hecho.
Cara a cara, mecidos por la luz el
fuego, nos intercambiamos disculpa tras disculpa, del mismo modo que antes
solíamos acusarnos el uno al otro. Pero había algo diferente en el ambiente, no
sabía expresar el qué. Comencé a ponerme nerviosa. Me habría reído si no fuera
por el pensamiento aleccionador sobre la maldición…
—Pero, ¿por qué? —insistí—. Quiero decir, ¿por qué la
maldición?
—Mi madre murió al darme a luz. —El non sequitur me
sobresaltó, hasta que me di cuenta de que él estaba contando la historia desde
el principio—. Mi padre raramente me veía, estaba
demasiado ocupado cortejando en favor del rey en Versalles. ¡Como si fuera el
heredero en lugar de un primo lejano…! Los sirvientes me criaron. Tenía veinte
años cuando murió, y era un joven bastante insensato que desperdiciaba dinero,
descuidaba mis propiedades y lanzaba ataques cada vez que las cosas no iban
como yo deseaba. Podría haberme dado cuenta de que aquello no duraría
demasiado.
»Era Nochebuena. Una vieja mendiga
llamó a la puerta. Me ofrecía una rosa como agradecimiento si la ayudaba a
guarecerse del frío. Yo… —Cerró los ojos y los abrió de
nuevo, lentamente. Parecía profundamente incómodo—. Yo sabía que no era lo que parecía. Aquella
rosa estaba brillando en la oscuridad de una manera que no había visto jamás.
¡No era natural! Me puso la carne de gallina. No quería dejar entrar ningún
tipo de encantamiento en mi castillo, así que acabé dándole la espalda, y
entonces fue cuando ella pronunció la maldición. Para castigarme, dijo, por mi
falta de compasión.
»Y… desaparecí. En la corte contaron
que había muerto en un accidente de caza. Con ningún heredero, la finca fue
anexada por una familia vecina; la manejan desde su propio castillo, porque por
alguna razón no se atreven a aparecer
por aquí. Más magia, supongo.
Vislumbré la escena claramente en
mi mente. En cada cuento de hadas que había leído, las maldiciones se
pronunciaban para ejercer algún tipo de castigo sobre alguien. Por una parte,
la Bestia había actuado bien, obviamente, al sospechar de la rosa encantada,
pero, por otra, la hechicera podría haber sido simplemente una vieja mendiga
que podría haber muerto en una noche de diciembre a la intemperie.
—Fue hace diez años, creo, al menos
diez años en el exterior —continuó él—.
El tiempo en este castillo ha estado actuando de una forma cuanto menos extraña
desde la maldición. No crecemos; no cambiamos. Eso es lo que hace que las
estaciones sean muy… erráticas. Inconstantes. —Señaló a
la ventana y suspiró—. Nieve en octubre es sólo el principio.
Una vez tuvimos una granizada en mitad de julio.
Recordé la belleza de las hojas
doradas y el otoño de días atrás, cuando salí. Esa súbita tormenta de nieve fue
otra cosa sobre la que había estado planeando interrogar a la Bestia. Sin
embargo, algunas de sus palabras se me habían clavado como espinas y no paraban
de resonar en mi cabeza.
Diez años. ¡Había dicho diez años!
Diez años viviendo como una Bestia, perdiendo el control sobre su propia
humanidad, poco a poco. Cada vez más. Cómo de fuerte debía ser, para… no
haberse vuelto loco. Más allá de los hechos de la historia, tal y como los
había contado, yo comenzaba a palpar una vida de dolor tácito. Guardado,
enterrado tan adentro como pudiera. Y esta podría ser la primera vez que
contara su historia. Quizás el desapego era la única forma en que podía
soportar los recuerdos.
Pensé en el retrato del ala oeste.
En esos profundos ojos azules; eran el color del cielo nocturno después de la
puesta del sol colocado en un rostro humano. En el lienzo destrozado por sus
garras, como si no pudiera soportar siquiera ver a su antiguo yo.
—¿Hay alguna manera
de… romper el hechizo?
—Por primera vez desde que comenzó la conversación, la
cara de la Bestia comenzó a adquirir la impasible expresión de las gárgolas talladas
en las murallas del castillo. Evitó mirarme a los ojos.
—Esa —dijo— es una pregunta que elijo no
responder.
—Lo veo justo —concedí,
y asentí con la cabeza, esperando que la forma en que la que una parte
de mi corazón se había hundido, decepcionado, no se apreciara con demasiada
claridad en mi rostro. Por supuesto, romper el hechizo sería mucho más
complicado en la vida real que en las historias. Y, por supuesto, seguro que yo
no estaba destinada a salvarlo o algún tipo de cosa sentimental de ese estilo.
Su vida, y todos los defectos o errores que necesitaba arreglar, eran su propia
responsabilidad, no la mía.
De todos modos, no pude evitar que
mi corazón se rompiera un poco mientras observaba el dolor de sus ojos
salvajes. Aquella también era una magia extraña.
—¿Hay algo que pueda hacer para
ayudarte? —pregunté suavemente—.
¿Nada en absoluto?
La sonrisa de la Bestia como
respuesta iluminó mi rostro como un irrepetible amanecer. Lentamente, y muy
cuidadosamente debido a sus garras, extendió la mano para cubrir la mía. Hace
unos días el mero hecho de tocarlo me habría aterrorizado, pero ahora sentía
que era tan natural como respirar.
—Ya me estás ayudando, Bella —dijo él. Su
voz profunda, grave, lenta, me produjo escalofríos que atravesaron todo mi
cuerpo—.
Sólo… Sigue aquí. Sigue conmigo. Eso es más que suficiente.
15 abrazos
De mis ojos salen chispitas con tanto relato de Bella y Bestia!! es que me gustan todos!!
ResponderEliminarEstoy enamorada de rodos los relatos de estos días. Son geniales y aquí hay gente con mucho potencial. 😅😙😙😙😙
ResponderEliminarAiins, jolín, no te voy a mentir, he leído varios relatos de esta iniciativa y, sin lugar a dudas, ¡¡el tuyo es el que más me gusta!! Te lo digo muy en serio, sobre todo el final, casi he podido sentir las maripositas revoloteando en mi estómago ^^ ¡¡Me ha encantado!! Sigue escribiendo así, sabes transmitir muy bien :)
ResponderEliminarUn abrazo grande :3
Ooooo me encantan estos relatos, son tan bonitos. Gracias
ResponderEliminarBesos
Es hermoso, amo a esta pareja por encima de todo
ResponderEliminarMe encanta💕💕
Me encanta Bella y Bestia y me encanta este relato, muchas gracias por el<3 Besos guapa:)
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarUna escena muy intima y de abrirse mucho el uno al otro, genial!
un beso
S
Hola, la verdad es que todos los relatos que estáis publicando son maravillosos, muchas gracias por compartirlos con nosotros.
ResponderEliminarLa escena es preciosa, un beso
Precioso, has conseguido algo precioso. B7s
ResponderEliminarQue hermoso, me ha encantado el relato. Aunque la verdad ya estoy un poco saturada de tanto La bella y la bestia jajajaj ><
ResponderEliminarUn abrazo, nos leemos! (:
Que preciosidad de entrada. Enhorabuena. :)
ResponderEliminarBesitos
Jooo es que me gustan todos los relatos. No puedo decir otra cosa, me tienen emocionada. Besos.
ResponderEliminarMadre mía que bonito 😍😍😍 que preciosidad de relato vamos que espero seguir leyendo cosas tan hermosas como está. Besos y nos leemos 😙😙😙
ResponderEliminarDelia-----La guarida de los amantes.
¡BRUTAL!
ResponderEliminarMe ha encantado. Y no solo eso, es que parecía que estaba leyendo un libro. Desde luego, y si es que mi opinión sirve para algo, te animo a seguir escribiendo. Tienes unas palabras bellísimas, una narración preciosa. Ains, soy super redundante pero no puedo evitarlo. Me has enamorado.
Y esto:
"A veces me daba la impresión de que desea que la luz que entra a través de las grietas del castillo sea capaz de atravesar todas las suyas."
Bua. Sublime.
Felicidades por el relato. Felicidades por el cumpleaños.
¡Un besito!
¡Hola guapa!
ResponderEliminarMadre mía :O Y tú dices que te gustó el relato que escribimos Elena y yo??
Eres escritora y no lo sabía?? Está muy bien Maria! He vivido la historia conforme la iba leyendo! Además, parece un capítulo de un libro por lo bien que has escrito los diálogos y todo.
Muy muy bien. Me encanta como Bestia ha relatado su historia. Perfectamente podría haber sido una escena de la peli!
Además la foto de Bella y Bestia de la película es muy mona *.*
Resumiendo... Me encanta!!!
Besitos <3